EDITORIAL ENTRE RÍOS

Demagogia e indigencia intelectual

En las últimas dos semanas sucedió que el dólar blue, esa invención mediática por la que ajusta los precios hasta el quiosquero de la esquina, llegó a los 200 pesos, que lo de Alberto en la reunión del G20 fue un bochorno, que el Presidente ataca a Córdoba no se sabe muy bien con qué motivo que no sea que Schiaretti reafirme que existe eso que llaman cordobesismo, que la caída del crecimiento en Brasil podría afectar a la Argentina, que el Financial Times y el Wall Street Journal afirman que el gobierno va a perder las elecciones y que Alberto quedará rengo, porque es un mal ejemplo, y que esto significará una advertencia de los efectos de girar a la izquierda con exceso de estatismo y populismo.

A todas estas noticias, que son un clásico de los grandes medios en las semanas previas de todas las elecciones, les estaba faltando un tópico que nunca falla y finalmente apareció: la inseguridad. Y hubo que en un asalto mataron a un quiosquero en Ramos Mejía. Uno más de los incontables casos de inseguridad que suceden todos los días en la provincia de Buenos Aires. Lamentable y repudiable. Pero falta tan poco para las elecciones que la cuasi cadena nacional en vivo, en forma casi permanente, por la mayoría de los canales, que transmiten para todo el país, era inevitable. Como inevitable que se multiplicaran los zócalos televisivos del tipo: “Pedimos la pena de muerte”, y que aparecieran personajes como Bullrich, el falso ingeniero Blumberg (quien de padre de una víctima de inseguridad terminó convertido en agitador de marchas contra cualquier gobierno popular). Y Espert.

El candidato a diputado de la ultraderecha, doctor en Economía cuya teoría se resume básicamente, siempre, en achicar el Estado. Dijo: "Para que empiecen a tener miedo tiene que haber algunos que terminen bien agujereados”.

“Transformemos en un queso gruyere a un par de estos delincuentes”. Y el infaltable: “Derechos humanos para la gente de bien, de laburo. Para los delincuentes, cárcel o bala”. No es bueno reproducir mensajes de odio. Menos sabiendo que muchos de quienes escuchan esto tal vez puedan compartir estos conceptos, por la razón que sea. Muchas veces por hartazgo, por haber padecido hechos de inseguridad y sentirse impotentes, desprotegidos por quienes deberían protegerlos, por el Estado. Entiendo que el “Vos hablás porque no te pasó a vos” pueda estar al salir. Pero la empatía que a veces sentimos por las víctimas de este problema, la certeza incluso de que puede ser cualquiera de nosotros, de que a cualquiera nos puede tocar, no debe confundirnos a creer en vivilllos. La gente está cansada de los impuestos: “Hay que terminar con los impuestos. La gente está cansada de la inseguridad: “Hay que meter bala a los delincuentes”. Eso se llama y se llamó siempre, desde tiempos impensables, demagogia. Decir lo que el otro, los otros, las masas, como les gusta llamarte, quieren escuchar. Sabiendo que ni por asomo se trata de solución alguna. Ninguna. El derecho penal, la policía, cualquier dispositivo represivo son instrumentos del Estado para el control social, para la paz social, si preferís. Pero de ninguna manera son elementos de magia. No se solucionan los problemas complejos, como la inseguridad, con slogans, con simplificaciones. Si bajás la edad de imputabilidad a 12 años, como propone Espert, de ninguna manera vas a estar vos más seguro. Lo que va a haber es un montón de pibitos pobres con causas penales, que tendrán una vida peor de la que ya tienen. Nada más. No es mágico. Y algo básico: el estado de derecho es una conquista de la Humanidad. Una conquista que costó milenios de lucha, y de sangre. Que en lugar de torturar o matar a un delincuente, que en lugar de venganza prevalezca el concepto de justicia, es un logro humano gigantesco. Un logro que nos permite vivir en sociedad sin salir a vengarnos personalmente de todo el que me hizo algo. La venganza es privada, la justicia es siempre de la sociedad. Y nos mejora a todos, siempre.

Otro tema. Brevemente, no puedo dejar de referirme al siguiente párrafo que la diputada provincial radical Gracia Jaroslavsky publicara ayer, en el marco de una columna de opinión en un medio local. Leo textual: “Cristina, el reaseguro de poder, aparece más vulnerable que nunca cuando debe ser sometida a una histerectomía, le sacaron el útero! Simbólicamente es muy fuerte que a la mujer más poderosa del país, la madre del poder, le hayan extirpado su centro energético más poderoso, y esto no tiene que ver con ser madre o no, con ser joven o no, tiene que ver con sentimientos atávicos, tiene que ver con un lenguaje que quizás muchos no comprendan o juzguen absurdo, o incluso condenen, pero si prestamos atención, si percibimos lo sutil, es probable que advirtamos que este momento de Cristina es correlativo con el advenimiento de un tiempo que no la tendrá en el centro del poder. El universo es implacable”.

El repudio en términos de género a semejantes palabras se impone por sí solo. Es incluso desconcertante viniendo de una legisladora que ha impulsado iniciativas de paridad de género. (Me remito en tal sentido a las palabras de mi colega y compañera Sandra Miguez, en el programa anterior, creo que fueron clarísimas). El apellido Jaroslavsky no le es indiferente a nadie en la política entrerriana y del país, incluso. Su padre fue una figura reconocida por propios y extraños en los años de recuperación de la democracia. Las plumas del radicalismo han marcado la historia de la literatura política de la Argentina. Por eso, además del repudio al agravio machista, ramplón, de la legisladora, por ese y otros párrafos de su columna, creo que a muchos les debe resultar difícil disimular cierta vergüenza ajena -y cierta pena también, por qué no- ante semejante demostración de indigencia intelectual.

Editorial de José Luis Ferrando, licenciado en Comunicación Social, periodista de LT14 Radio Nacional Paraná.