EDITORIAL EDITORIAL

Maradona y los trágicos

No me gusta recordar a los muertos queridos por el día de su fallecimiento, pero el día de su cumpleaños, el 30 de octubre, pasó en medio de la campaña electoral y eso complicaba un poco las cosas, mediáticamente hablando. Es difícil decir algo sobre Maradona que ya no se haya dicho. Tratándose de una figura querida y controvertida, como era y seguirá siendo, comenzaría por aquella frase que dice: “No me importa lo que hizo con su vida, sino lo que hizo con la mía”. Creo, con esto, reflejar el pensamiento, pero sobre todo el sentimiento de muchos.

En mi vida hay una mañana de agosto del 79 -yo tenía 9-. Mi madre contándome que a la madrugada habían visto un partido del Mundial Juvenil, que era en Japón, que Argentina ganaba y que había un pibe peticito que jugaba tan bien que nadie le podía sacar la pelota. No me dejaban ver los partidos, porque eran de madrugada y la tele estaba en la habitación matrimonial. Pero me los vi a todos en diferido, y sí. Era de otro planeta nomás. Y fue amor a primera vista.

Hasta aquí lo mío. Que es lo de millones de personas, que lo quisieron y lloraron su muerte como si se tratara de alguien de su familia.

Dicen que de pasiones humanas, los griegos lo sabían y lo escribieron todo. Y que de esos escritos, las grandes tragedias, sobre todo, solo nos han llegado migajas, varias veces traducidas. Maradona bien podría compararse a un héroe mitológico. De esos que fueron, en vida, por la inmortalidad. Y estuvieron dispuestos a pagar el precio. De esos sobre los que se seguirá hablando dentro de mil años, si hay mil años para adelante.

Encarnó en su pequeño cuerpo y en su relativamente corta vida las pasiones, los miedos, los anhelos, los errores, la alegría y el llanto de todo un pueblo, como nadie logró hacerlo. Metió todo aquello dentro de una pelota, encaró para el arco desde la media cancha, dejó al arquero despatarrado, y metió el gol que todos los que jugaron a la pelota en patas en un campito, y quienes no lo hicieron también, soñamos hacer. Y por un instante, mágico, todos o casi todos los argentinos fuimos felices, juntos. Nada menos. Tal vez, por única vez.

Hacía escasos diez minutos, y no por única vez, con la mano de Dios nos había mostrado, por si hacía falta, la habilidad que también tenemos para la trampa. Sí, dije tenemos. Para horror de algunas individualidades, pero para comprensión de las mayorías. El bien y el mal. El amor, el desamor. La grandeza y los bajos instintos. Todo está en la tragedia. Y el héroe trágico carga con su destino. Que no es otro que poner todo eso en dimensión humana. El de mostrar que podría ser el de cualquiera de nosotros, aunque no será jamás el de cualquiera de nosotros. Porque el destino es cosa de dioses. Y solo los héroes pueden pararse frente a tamaño desafío y, siendo solo un hombre, fundirse para siempre en la sustancia de la Historia. Ese enigma humano tantas veces descripto como una sucesión de batallas y de personajes ilustres y tan poco como la memoria de los pueblos.

Hace unos años fui a La Boca, en Buenos Aires, y vi las estatuas de Gardel, Eva Perón y Maradona, en el famoso balcón de Caminito. Pensé, “Pero, este tipo todavía está vivo; no puede ser un mito”. Lo era, en vida.

En 1926, en El tamaño de mi esperanza, Borges se preguntaba: “¿Qué hemos hecho los argentinos?”. Y se respondía: “No se ha engendrado en estas tierras ni un místico ni un metafísico, ¡ni un sentidor ni un entendedor de la vida!

Las estatuas de Caminito vinieron después. Tal vez porque finalmente hicimos algo los argentinos. Y aquellos, los de las estatuas, fueron de los mejores de nosotros.

Tratamos de recordarlo, hoy, como puede hacerlo un simple mortal, sin su gambeta ni su carisma, ni de lejos. Un simple mortal que simplemente lo quiere mucho y cree sentirse enormemente acompañado en ese sentimiento.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, decía Borges por aquel entonces. A mí también se me hace cuento que vivió Maradona. También lo juzgo tan eterno, como el agua o el aire.

Editorial de José Luis Ferrando, licenciado en Comunicación Social, periodista de LT14 Radio Nacional Paraná.