El desempeño de los alumnos de la escuela primaria en Argentina cayó significativamente en Matemáticas, Ciencias Naturales y en Lectura, y quedó debajo del promedio regional. Esto lo reveló un estudio de la UNESCO, que es la organización de Naciones Unidas para la Educación.
En las pruebas realizadas en 2006 y 2013 los puntajes de nuestro país se ubicaban al mismo nivel o incluso por encima del promedio regional. Ahora bajaron.
Ayer se habló de esto en la reunión del Consejo Federal de Educación con la presencia de todas las provincias. También se analizó el impacto de las pruebas Aprender 2021 que se realizan hoy, con la participación de 23 mil escuelas y 770 mil estudiantes de sexto grado de nivel primario, que tienen que responder consignas de las áreas de Lengua y Matemática.
En el primer caso, se indaga la capacidad de interpretar, extraer, reflexionar y evaluar un material compuesto por cuentos breves de autores consagrados y textos expositivos, como artículos, por ejemplo, de divulgación científica.
En Matemática se evalúa la resolución de problemas y contenidos vinculados a números y operaciones, geometría y medida y estadística y probabilidad.
La evaluación es acompañada por instrumentos de relevamiento de datos sociodemográficos de cada escuela y estudiante participante, para identificar “los distintos factores de naturaleza estructural y contextual que inciden en el aprendizaje”, informaron oficialmente. Es decir, algún tipo de información más precisa sobre lo que todos sabemos, pero no a todos les gusta admitir: que, en educación, como en casi todo, no partimos todos desde lugares equivalentes.
Hay un dato que impresiona. El Gobierno trabaja para modificar la inversión en el sistema educativo prevista en el proyecto de Presupuesto 2022 que, inicialmente, contemplaba una reducción del 6,2% respecto a 2021. Sí, una reducción de presupuesto en educación, para el día después de la pandemia. “Estamos trabajando con los legisladores para corregir los errores y para que el porcentaje de la inversión esté por encima de la inflación”, dijo el ministro de Educación, Jaime Perczyk. Afirmó que mantiene conversaciones con su par de Economía, Martín Guzmán, en busca de readecuar las partidas originalmente trazadas por su antecesor, Nicolás Trotta. Es decir, fue Trotta el que dejó este proyecto de presupuesto a la baja.
La Ley de Educación Nacional fue sancionada el 14 de diciembre de 2006. Estipula que se debe destinar un 6 por ciento del PBI para Educación. Sólo se cumplió en 2015. En la gestión de Mauricio Macri la cifra cayó al 4,8% del PBI.
Según el ministro “el desempeño de los alumnos en la evaluación de la UNESCO está vinculado considerablemente al desfinanciamiento del sistema educativo durante el último gobierno”. Durante ese período -el de Macri- se registró “una caída del 50 por ciento en los salarios docentes, una baja del 20 por ciento en infraestructura educativa y uno 70,8 por ciento en educación política socio educativa.
Ayer, la Franja Morada reclamaba por un posible recorte en las universidades. Reclamo selectivo, que le dicen. Durante los cuatro años de Macri no se les vio el pelo. Igual, hacen bien en reclamar. Si se toca el presupuesto universitario se desfinancia… a la Franja Morada.
El otro gran desafío es la revinculación de los chicos que salieron del sistema educativo durante la pandemia. Se estima que en estos dos últimos años alrededor de 1,5 millones de alumnos se desvincularon de los estudios.
La cifra comenzó a descender a partir del regreso a la presencialidad, gracias al resultado del plan “Volvé a la Escuela”, al que suscribieron todas las provincias.
La provincia de Buenos Aires -por ejemplo-, la de mayor matrícula a nivel país, informó que a principios de este mes había logrado recuperar al 57% de los alumnos que se fueron.
Hay mucho para analizar, para discutir y para hacer en materia de educación. Lamentablemente desde condiciones agravadas en los últimos tiempos por la situación que deja la pandemia, que aún no termina de pasar. Pero también por políticas neoliberales que comenzaron en los 70, con la transferencia a las provincias de responsabilidades en educación primaria y parte del sistema de salud. Y que se profundizaron en los 90, con el traspaso de las escuelas secundarias y los hospitales, sin su correlato presupuestario, ni mucho menos tributario. A partir de allí, gracias a un simpático presidente de ascendencia árabe, que en aquel entonces muchos veían rubio y de ojos celestes -y del que hoy, casi nadie se hace cargo-, en gran medida no hacemos otra cosa que discutir sobre las mil formas de administrar la miseria. La miseria de un Estado cada vez más urgido de sostener un mínimo orden social, que signifique algo más que cuidar los negocios de los poderosos y los intereses corporativos. Pero a la vez cada vez más desfinanciado y desprestigiado desde afuera y, lo más doloroso, desde adentro. Este espacio habla de educación, pero sobre todo pretende hablar de futuro.
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