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Salamancas y caminos presenta: “La ciudad de los Césares, la ciudad de los náufragos”

¿A qué sarcástico dios se le ocurrió fundar una ciudad fantástica en el sur de la leyenda, en el sur de la soledad, en el sur de la tempestad?

Y fueron a creer que los vientos hicieron nido en el desierto y levantaron una ciudad ilusoria, capital del mito patagónico. ¿Cuántos hombres murieron de hambre buscando los deliciosos banquetes de la ciudad de los Césares? ¿Cuántos exploradores murieron en la pobreza tratando de hallar el oro de esta fantástica ciudad?

Sebastián Gaboto despachó al capitán Francisco César a explorar las tierras australes, César halló una provincia fértil con mucho ganado y multitud de gente rica en oro y plata.

Siete años tardó Francisco César en regresar, siete años que bastaron para hacer su nombre eterno en la leyenda de una ciudad. La ciudad de los Césares, espectral ciudad que los conquistadores imaginaron en la Patagonia, algunos hasta indicaron que se hallaba en la sierra de Lihuel Calel:“Ciudad de los Césares, flor de los desiertos patagónicos fue la ciudad encantada de los Césares, con suntuosos templos y magnífico caserío, entre dos cerros, uno de diamante y otro de oro. Tan grande era que, para cruzarla de extremo en extremos, se ponían los días” (Ciro Bayo, los Césares de la Patagonia)

Juan de Garay se propone hallar la ciudad perdida, aunque la muerte le gana de mano. Hernandarias sale de Buenos Aires en 1604, y durante cuatro meses la busca junto a doscientos hombres y decenas de carretas. Se resigna al llegar al río Colorado. En 1622, Gerónimo Luis de Cabrera la busca desde Córdoba. Tanto Hernandarias como Cabrera, encaminan sus expediciones hacia las zonas de las pampas y la Patagonia. Ninguno consigue encontrar la ciudad de los Césares.

¿Cuántos mapas afiebrados de sepia indicaron erróneamente la ubicación de la Ciudad de los Césares? ¿Qué semilla de los vientos haría crecer una ciudad ilusoria en el medio del imperio del desierto?

Ciudad de los Césares poblada por hombres colmados de desiertos, por exiliados de los barcos y la sal, hijos de la tempestad, huérfanos de los torpes mapas que discuten amarillo con el oro.

“La Ciudad de los Césares estaba edificada en la isla de un misterioso lago, rodeada por murallas y fosos. Los hombres que en ella moraban eran de gran estatura, blancos y barbados; vestían capas y chambergos con plumas y usaban armas de plata” (Ciro Bayo, los Césares de la Patagonia)

Dicen que la ciudad de los Césares era una ciudad hecha de náufragos, una tierra habitada por veteranos del océano, por errantes de la mar, por mendigos de los vientos. Atestada por moradores de la provincia de la leyenda, donde el censo del relámpago y el silencio, hace inventarios de los devotos de la virgen del pampero, del santo del naufragio, allí, donde cada paso hizo un templo y cada tormenta un cementerio

“En la ciudad de los Césares eran invulnerables y longevos. Un reino en el que la vida se deslizaba feliz y deliciosa” (Ciro Bayo, los Césares de la Patagonia)

El hombre siempre ha buscado ciudades invisibles, ciudades que estuvieran pobladas por las presencias de sus ausentes, ciudades donde el invierno de pólvora y la primavera de sangre estuvieran proscriptas. Aunque los conquistadores no buscaban el sol de la leyenda, sólo perseguían el oro de la tragedia.

¿Cómo serán las ruinas de una ciudad imaginaria, los escombros de una ciudad ilusoria, los restos de la Ciudad de los Césares?

La leyenda de esta ciudad encantada hubo de arraigarse tanto en los corazones de los pobladores de América, que a la Patagonia se la llegó llamar: “la provincia de los Césares”

Algunos argumentan que esta ciudad fue encontrada y se llama Machu Picchu, otros sostienen que ella nunca ha sido hallada, porque es una ciudad que sólo se deja habitar por los náufragos del viento.

Cuando se juntan la historia y la leyenda, paren ciudades en las fronteras de los hombres y los fantasmas. Cuando se juntan los silencios y los vientos, engendran ciudades que no caben en los mapas.

Locución: S. M. Tovarich
Idea y Guión: Pedro Patzer
Edición Artística: Celso Miño
Producción: Fabiana Álvarez
Actor Invitado: Oscar Naya
Dirección Artística: Marcelo Simón