EDITORIAL ENTRE RÍOS

A la búsqueda del sentido común

El Fondo Monetario Internacional admitió ayer que, con el crédito otorgado a Macri por 57 mil millones de dólares, financió la fuga de capitales. Sin embargo -increíblemente-, según reconocen propios y extraños, se trata solo de una formalidad. Rara forma de manejarse tiene el sistema económico financiero internacional, que en última instancia es el sistema político. Todo el mundo sabe, porque así lo reconoció hasta el propio Macri, que el crédito más grande otorgado por el Fondo en su historia, violando sus propias normativas, tuvo origen en la voluntad política del ex presidente norteamericano Donald Trump de apuntalar su fallida campaña por la reelección presidencial en Argentina, en 2019. Sin embargo, marche preso. En el Gobierno destacan el contenido del informe y lo consideran un paso necesario para avanzar de cara al acuerdo, aunque reconocen que difícilmente tenga un impacto significativo en la negociación en curso. ¿Y entonces?

En la Casa Rosada entienden que las críticas vertidas por el organismo son de suma utilidad para marcar la cancha cuando sea el debate en el Congreso, del llamado Plan Plurianual, el programa que anticipa el acuerdo definitivo. En ese contexto la idea sería responsabilizar a Cambiemos, o Juntos por el Cambio, o Juntos, o como se llame cuando esto suceda, por el endeudamiento irresponsable que ahora tenemos que pagar todos los argentinos.

Además, agregan que esto sirve de antecedente para que en el futuro se definan los alcances de un concepto que utiliza el propio Fondo Monetario, que se traduce como “apropiación”, y podríamos definir como la forma en que un país decide, asimila, articula política y socialmente un crédito del organismo, para que incluya al Congreso, la sociedad civil, los sindicatos y la sociedad en general. Todo bien, pero a este crédito, que no pasó por ninguno de estos estamentos, hay que pagarlo igual. Asimismo, el Gobierno plantea poner en relevancia la necesidad de evitar el uso político de los programas de deuda, que el organismo considere realidades específicas de los países a los que les da crédito, que el crecimiento sea condición para la estabilidad de las naciones. Pero, mientras tanto, insisto, a este crédito hay que pagarlo.

Quien se sintió aludido por el informe del Fondo Monetario fue el mismo que acudió al organismo a endeudar a la Argentina, el ex ministro de Economía de Macri, Nicolás Dujovne. El propietario de uno de los terrenos baldíos más lujosos de la Argentina dijo que el acuerdo con el Fondo “se dio en una situación de excepcionalidad debido a la sequía, la suba de tasas en EE.UU. y al elevado déficit heredado”. Recordemos que él mismo había admitido en una entrevista, el bajo nivel de endeudamiento recibido del gobierno de Cristina Kirchner. Dijo también que el acuerdo “tuvo el apoyo de todos los países miembros del FMI”, algo que además de cierto, suena a “ustedes me autorizaron”. “Fue un apoyo político mundial a un proceso de cambio que había comenzado en el país", dijo Dujovne. Es decir, lo que afirmábamos al comienzo: fue para pagar la campaña por la reelección de Macri. Es tan evidente todo, que resulta casi de lugar común, de frase hecha, definirlo como pornográfico. También dijo Dujovne -el hombre que tomaba whisky por televisión- que "el Gobierno de Mauricio Macri dejó el Gobierno en el 2019 con equilibrio primario en sus cuentas públicas, con reservas en el Banco Central y con superávit externo”. Y que “de esos equilibrios vivió el gobierno los últimos dos años".

Francamente, es difícil entender, si no es admitiendo el ejercicio despótico del poder económico financiero internacional asociado a sus operadores locales, una situación en la que el Fondo Monetario reconoce que el crédito más infame de que se tenga memoria (porque a esta altura el empréstito de Rivadavia con la Baring Brothers o el Pacto Roca-Runciman han quedado un poco superados, hay que admitirlo) estuvo mal otorgado, en la que el gobierno dice que de todas maneras lo va a pagar y en la que quienes lo tomaron, salteándose las mínimas normas de procedimiento, dicen que acá no pasó nada y que dejaron al país en el mejor de los mundos. Mientras tanto, nadie quiere hablar de lo que todos consideran imposible de evitar: quién, cómo, con qué, se va a pagar el ajuste. Lo mínimo que se puede pedir es que tengan un poco de piedad con el sentido común. Si tiene cola, patas y cara de chancho, es chancho.