RAE ARGENTINA AL MUNDO

Bartolina Sisa: la revolucionaria india, símbolo de coraje y persistencia

Cada 5 de septiembre, Día de la Mujer Indígena se conmemora el asesinato de una mujer nativa del altiplano sudamericano, que reconocen desde el Perú hasta el norte argentino, y que enfrentó a los conquistadores españoles: Bartolina Sisa. La figura de una mujer que con la migración a las grandes ciudades, como Buenos Aires, llegó a instalarse como símbolo de pertenencia y resistencia en centros culturales, y comedores infantiles en las villas.
El 5 de septiembre de 1782 Bartolina Sisa, mujer del feroz Túpac Katari, aymara alzada en armas contra el Imperio español, fue sacada del cuartel de la Plaza Mayor de La Paz, territorio de la actual Bolivia, atada a la cola de un caballo con una soga al cuello, arrastrada. Fue ahorcada y descuartizada.
El 5 de septiembre de 2023 Verónica Mollericona Capajeño, mujer aymara de 38 años, madre de cuatro hijos, camina por el barrio Ricciardelli (ex 1-11-14), en el Bajo Flores de la ciudad de Buenos Aires, hacia el comedor “Mujeres Creando Bartolina Sisa”, que hace nueve años imaginó con otras mujeres originarias y en el que ahora celebran el Día de la Mujer Indígena.
“Para nosotras Bartolina Sisa es una heroína y una referencia. Junto con Túpac Katari llevaron adelante la rebelión más importante contra los españoles. Luchó por lo mismo que nosotras. Luchó como mujer, para que no volvamos a callarnos”, explica Verónica a la agencia estatal Télam. Y tiende un puente de 241 años por el que viaja el mismo anhelo: la igualdad social y el respeto a la identidad.
Fue recién durante el Segundo Encuentro de Organizaciones por los Legítimos Derechos de las Naciones Originarias, celebrado en Tiwanacu (Bolivia), en septiembre de 1983, cuando se instituyó el 5 de septiembre como Día Internacional de la Mujer Indígena.
Una fecha que al calor de las luchas feministas y de las demandas de respeto a la tierra, al buen vivir y a la diversidad cultural, adquiere una nueva dimensión.

 

 

Durante el siglo XVIII fueron muchas las rebeliones contra la opresión que sufrían los indígenas en el Virreinato del Perú, en los territorios que hoy constituyen Bolivia y Perú. Una de las importantes ocurrió en 1781 y la protagonizaron Sisa y su esposo, Túpac Katari, también llamado Julián Apaza.
La revuelta tuvo lugar en el actual territorio de Bolivia. Se inició en el Altiplano. La ciudad de La Paz, rodeada por montañas, facilitó el cerco que tendieron los sublevados. En la parte oeste, en el Alto, los indígenas estaban al mando de Túpac Katari. En la parte este, de Bartolina.
Sisa, que tenía poco más de 30 años, asumió el liderazgo político del alzamiento junto a su compañero. Y también el militar. Las milicias estaban compuestas tanto por hombres como por mujeres, que lucharon a la par por mejores condiciones de vida y la restauración de sus derechos y territorios.
Después de resistir cien días de asedio, el ejército español recibió refuerzos. La rebelión fue sofocada. Túpac Katari y Bartolina Sisa, capturados y ejecutados. Interrogada sobre el levantamiento, ella no anduvo con vueltas y cuando le preguntaron el por qué de la rebelión, disparó: "Para que extinguida la cara blanca sólo reinasen los indios". Aún torturada, no dio información sobre mestizos, vecinos y curas que la apoyaron.
El 14 de noviembre de 1781 Sisa fue obligada a presenciar el descuartizamiento de su compañero en la plaza de Peñas. Según la leyenda aymara, antes de morir, Túpac Katari dijo: "Hoy muero, pero volveré y seré millones".
Bartolina sería ejecutada casi un año después, el 5 de septiembre de 1782.

 

 

Junto a otras mujeres originarias que viven en la villa del Bajo Flores, en Buenos Aires, Verónica creó en 2014 el comedor como punto de encuentro y de memoria, como modo de organización y de acción ante la afrenta que suele ser la realidad.
Sostenido por la propia comunidad y sin dinero del gobierno de la Ciudad, que se limita a entregar algunos alimentos, “Mujeres Creando Bartolina Sisa” genera sus propios recursos para darle de comer a 360 personas.
“Más allá de la comida –contó a la agencia estatal Télam- para nosotras es muy importante capacitar a las compañeras. Sufrimos violencia laboral y también familiar, por lo que es necesario tener información y formación para poder empoderarse”.
En el comedor se puede acceder a cursos de computación y a apoyo escolar, pero también a clases de quechua y aymará, “para no olvidar la lengua madre”. Además, comparten las celebraciones que hacen a la identidad originaria, y de sus territorios de origen.
En Argentina, en las provincias del norte y de la Patagonia argentina, la vindicación del origen nativo cobra fuerza en reclamos por la protección de los territorios contra el extractivismo, por ejemplo. En un país con las dimensiones de Argentina, la existencia de los pueblos originarios fue invisibilizado y sólo salió a relucir con la mano de obra diario de bares, construcciones, cuidando niños o “reciclando residuos”.
De acuerdo a las estimaciones, el mayor promedio de descendientes de nativos de las provincias, o mestizos de la misma procedencia, viven en los grandes centros urbanos del país. A donde llegan en busca de trabajo debido a la exclusión y falta de oportunidades en sus provincias.
También, hace quince años atrás, un estudio del Conicet determinó que al menos un 75 por ciento de los argentinos, que aún consideraban ser descendientes de europeos, tenían aportes genéticos de pueblos originarios del actual territorio de Argentina.
“Nosotros no somos de ahora, somos de siempre”, enfatizó Verónica, el rostro tallado por el sol. “Con más de 500 años de resistencia, como dicen mis compañeras, nacimos luchando y luchando moriremos”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Silvana Avellaneda (con base de texto del informe de la Agencia Estatal Télam)
Web: Julián Cortez- Pedro Aráoz