EDITORIAL ENTRE RÍOS

El corralito y la política

Ayer se cumplieron 20 años del “corralito”. Aquella medida del entonces ministro de Economía Domingo Cavallo por la que entre otras cosas sólo se podían retirar 250 pesos, equivalentes a 250 dólares, de los cajeros automáticos. Como para conmemorarlo sin dejar de recordar la picardía criolla, hoy se informa que por estos días los depósitos en dólares cayeron más de 400 millones en 3 días por los falsos rumores de "corralito". Los que te contábamos el otro día, que circularon a través de un audio y de un falso aviso tributario de una falsa consultora, por Whatsapp. No es mucho dinero para el volumen de los depósitos que maneja el Banco Central, pero sirve para despuntar el vicio de la avivada, pareciera.

La medida anunciada 20 años atrás fue el comienzo de la cuenta regresiva hacia el estallido social y político del 20 de diciembre de 2001 y el fin del Plan de Convertibilidad, creado por el mismo Cavallo, diez años antes.

Sobre lo que vino después, personalmente me cuesta armar un relato en el que unos sucesos expliquen a otros, ordenados, relacionados, lógicos. Tal vez porque cuando en la dinámica de las sociedades se precipitan este tipo de situaciones tan vertiginosas, como las que los argentinos vivimos hace 20 años, puede verse con cierta claridad aquello que sostienen quienes afirman que el todo es siempre más que la suma de las partes, o por lo menos, algo distinto. Nunca como en estas situaciones, la Historia parece cobrar vida propia, como una especie de sujeto autónomo, al que poco o nada le interesa la súbita pequeñez que adquieren los sujetos que hasta hacía cinco minutos estaban convencidos de ser quienes la hacían, la manejaban, la manipulaban. En tan solo cinco minutos, la Historia parece poner a esos sujetos en el lugar que les tenía reservado, no en el que ellos y muchos creían que les tocaba.

Como me cuesta armar un relato que haga justicia a la complejidad de lo que vino después, apelo a las imágenes. Gente “veraneando” en sillones playeros frente a los bancos, rompiendo los vidrios o golpeando el vallado; cacerolazo en Plaza de Mayo, de noche; renuncia de Cavallo; piquetes en el conurbano; piqueteros entrando a Buenos Aires; piquete y cacerola, la lucha es una sola; que se vayan todos; saqueos; represión; las Madres en la Plaza golpeadas impunemente por policías a caballo; sangre y muertos; más represión; el presidente diciendo algo que ya nadie recuerda, el presidente durmiendo la siesta, el presidente renuncia por carta; De la Rúa yéndose, en helicóptero; Romina, Eloísa, José Daniel; Montiel; Carbó. La semana de los cinco presidentes; Rodríguez Saa y el default; le cortaron la luz; Duhalde; el que depositó dólares recibirá dólares; Remes Lenicov, devaluación; pesificación asimétrica, se fueron todos los precios al carajo; Kostecki, Santillán, el comisario Fanchiotti y su escopeta; “estamos condenados al éxito”. Muchos compartimos en nuestra memoria colectiva estas imágenes. Pero hay pibas y pibes de 20 años o menos, que no. Por eso es necesario recordar a algunos de los protagonistas de aquellos días, que hoy reaparecen frescos y lozanos, como si vinieran de ning{un lado. López Murphy, por ejemplo, se me ocurre. Doctor, como tantos de quienes se dicen economistas, en Achicar el Estado. A esta altura debería ya existir esa carrera y no seguir insistiendo con repetir que estudian Economía, si toda su ciencia se resume a achicar el Estado. Con la gente afuera los números cierran siempre más fácil, claro.

Habíamos empezado hablando del corralito, una medida de política económica puntual. Que terminó despertando al monstruo. El monstruo de una sociedad que llevaba una década del corset de la Convertibidad, que a su vez había venido a apaciguar el descalabro de la última etapa alfonsinista y los dos años de Menem, en los que no pudo domar la inflación, aun poniendo de ministros de Economía al uno y al dos de Bunge y Born. Era aquel un gobierno, el de De la Rúa, que se iba con un 15 por ciento de desocupación. Ese índice llegaría a 19,7 por ciento con Duhalde. Kirchner la bajó a 8,5.

La pobreza era del 35,4 por ciento, llegó al 54,3 en 2002. Macri, por su parte, dejó un 40, 9, que no ha bajado hasta ahora. Alcanza a 18,5 millones de argentinos. La deuda con el FMI, que terminó pagando Kirchner en 2006, era de 9.810 millones de dólares; la que nos dejó Macri con el Fondo es de 45 mil millones. La deuda total de la Argentina hoy es de 269.158 millones de dólares. ¿A qué vienen tantas cifras?

Los distintos momentos históricos de una sociedad son siempre complejos. Y como tal se deben evitar los análisis directos, ramplones, que no den cuenta de esa complejidad. Pero está claro que las vulnerabilidades sociales, los desequilibrios políticos, las correlaciones de fuerza entre sectores de poder no solo no han cambiado sustancialmente en nuestro país. Más bien, en muchos casos, se han agravado. El economista Ricardo Aronskind, a quien hemos entrevistado en este programa y de quien tomamos a veces algunas ideas, manifestó hace poco lo que buena parte de la dirigencia política, empresarial, sindical sabe, pero pocos reconocen. El 2001 le sucedió a la derecha, pero no faltan quienes se ilusionan con otro estallido, esta vez a un gobierno popular. Lo vi personalmente en una de esas jornadas de saqueos, frente a un supermercado. Cuando comenzó a juntarse la gente en la puerta y fueron más y más, un dirigente sindical conocido de aquel momento se subió a un escalón e intentó hablarles. La reacción de esos a quienes llamamos la gente, los que no están en los sindicatos, ni en los partidos políticos, ni en ninguna institución, ni responden a nada ni a nadie que no sea la necesidad del momento, la del hambre, la de sobrevivir a como sea, dejó en claro que cuando las cosas se desmadran, no hay dirigente, de lo que sea, que se pueda parar frente a nadie a dar ningún discurso. Tal vez sea eso lo que algunos llaman la muerte de la política. Y hay muchos, demasiados, que hoy apuestan a eso.