COLUMNA DE OPINIÓN

Empleo joven: asimetrías y mensajes contradictorios

Son frecuentes las quejas de jóvenes que se han preparado para acceder al mundo laboral y solo encuentran puertas de ingreso cerradas y, si se les abren, la oferta es informal ("¿Para eso estudié?" es la pregunta recurrente). Si tienen inconvenientes ellos, ni hablar de los que no se capacitaron.

Argentina registra un nivel de desempleo entre los menores de 25 años, superior a la media regional (lamentablemente "con tendencia creciente") a juicio de una compañía internacional de recursos humanos.

La desocupación joven, según el mismo relevamiento, se ubica en 24,6% (mujeres 30,33%) cuando la media regional es del 16%.

La situación de desventaja no solo está en las dificultades para ingresar al mundo del trabajo, sino en el tipo de empleo al que se accede. Casi la mitad de los trabajadores jóvenes no tiene vacaciones pagas, ni aguinaldo, ni licencia por enfermedad, ni obra social, ni aportes jubilatorios. Futuro descorazonado por un crónico incumplimiento con la ley que obliga a que, superado el período de prueba, debe registrar, blanquear.

En su descargo, los empresarios argumentan que, ese grupo etario, es "poco responsable y no comprometido" y advierten que tiende a rotar entre las firmas con mayor frecuencia. Otros analistas no diferencian respecto de las edades: aseguran que los trabajadores cambian de empleo antes de los 4 años promedio.

El panorama obliga a reiterar a los jóvenes que deben estudiar y capacitarse. Las cifras, por demás elocuentes, demuestran que el mundo laboral es muy competitivo y tacaño a la hora de ofertar. Y sugerirles que hagan oídos sordos a las voces del consabido “un título no es garantía de idoneidad” porque pone énfasis en lo obvio: con o sin títulos, son varios los que ocupan lugares para los que no están preparados.

Por Roberto. A. Bravo



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