Por estos días se escucha con asiduidad la palabra Anarquía. A partir de la desaparición de Santiago Maldonado, hemos conocido las peticiones fundamentales de los Mapuches con las que se identifica el muchacho.
En principio hay que decir que los Mapuches no reconocen ni a los estados ni a los gobiernos de Argentina y Chile; están seguros que las tierras que ocupan ambas naciones les pertenecen por lo que hablan de instalar la Nación Mapuche.
Es por eso que, desde hace tiempo, han llamado a la lucha armada que, aunque más intensa en Chile, también se hace sentir en nuestro país con ataques a estancias, puestos, camiones que transportan productos y palizas y vejaciones a los moradores y conductores. Asimismo, ataques a organismos oficiales chubutenses y la Casa de Chubut en Buenos Aires. La modalidad es la misma: incendios provocados por el efecto de bombas Molotov (u otro modo de prender fuego) y el lanzamiento de cualquier tipo de objetos contundentes.
Todo lo reivindica la resistencia Ancestral Mapuche (RAM); “Balas y sangre” es la consigna con la que motiva desde la cárcel de Esquel su líder Facundo Huala.
El viernes pasado hubo manifestaciones por la aparición con vida de Maldonado. Las concretadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fueron devastadoras por los destrozos. Accionar relámpago y violento. Molotov, piedras y lo que fuere. Algo similar sucedió en Neuquén.
Entonces, producto de una analogía, se desempolvan libros que nos cuentan de la Anarquía. En nuestro país, tuvo su auge a comienzos del siglo IXX. Con el liderazgo de un italiano llamado Errico Malatesta fundó F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) que lucho por la jornada laboral de 8 horas. No obstante, hubo represiones brutales que los debilitaron: la Semana Trágica (Enero de 1919) y la Patagonia Rebelde (Santa Cruz 1921).
Con el nacimiento del Peronismo, la C.G.T. y sus sindicatos de base, el anarquismo solo tuvo manifestaciones en publicaciones que también se diluyeron con el tiempo.
Las consignas pidiendo la abolición de estados y gobiernos se acallaron hace poco menos de un siglo, el llamado a lucha armada, en los tormentosos setenta. Que de algún modo hayan vuelto, sería anecdótico de no ser porque ya hay hechos teñidos de sangre.
Los argentinos somos proclives a ponerle un halo romántico a ciertos personajes y hechos violentos (“Bandidos Rurales” y otros). El único romanticismo que emana del anarquismo es la música de Joan Báez en Sacco y Vanzetti…
Por Roberto A. Bravo