Lo que la pluma de Gabriel García Márquez es a la Colombia profunda, el arte de Sixto Palavecino, es al monte santiagueño.
Kakuy, y su hermandad en el misterio; la noche montaraz en la que ruge el Toro Súpay; el algarrobo y sus vientos milenarios; La Salamanca, alcoba enigmática, que aguarda a que alguien le ofrezca su alma por un don; la incestuosa almamula y su deambular nocturno; la danza perpetua de la Telesita y el canto del Crespín, y tantas creencias paganas que caben en el sacha violín de don Sixto Palavecino.
Sixto Palavecino, entre el chagas y el dios pagano de los montaraces.
El siglo XX era apenas un quinceañero deambulando por la historia, cuando en Barrancas, pequeña comarca santiagueña, nacía Sixto Doroteo Palavecino
A los 10 años, don Sixto, se hizo su primer violín, con pata y tabla de una mesa vieja, con ese instrumento rústico comenzó ensayar el coro de los montes, como si fuera la cuna musical de una primitiva cultura, como si allí cupieran las oraciones de las rezadoras, el quejido de los hacheros, el ronco silencio del Súpay
Pasaron tres violines, hasta que don Sixto halló al gran traductor de las moradas, al verdadero sacha violín, el instrumento que heredaría el murmullo del inca, que interpretaría la melodía secreta de los algarrobales
LOCUCIÓN: S.M.TOVARICH
EDICIÓN ARTÍSTICA: CELSO MIÑO / ALEJANDRO CAROSELLA
TEXTO Y GUIÓN: PEDRO PATZER
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: MARCELO SIMÓN
Etiquetas: Paradigmas, Sixto Palavecino