PROYECTO QUE NACIÓ CON EL PAI ZINI CORRIENTES

Rosita Leiva en estudios de Nacional presenta "Las Chamameceras"

En "Hay Otra Manera" recibimos a la cantante e interprete Rosita Leiva, quién inicio hoy en nuestra casa radial, su recorrido por la costa del Uruguay la presentación del proyecto iniciado con el reconocido Pai Julián Zini, al que llamaron "Las Chamameceras" y está compuesto por Rosita Leiva y su hija María Esperanza Cáceres.

LAS CHAMAMECERAS
Por Víctor Sánchez Hernández
La noche del 21 de enero, la Fiesta Nacional del Chamamé, salda una deuda con la real mujer
chamamecera, al presentar sobre el escenario Osvaldo Sosa Cordero, a “Las Chamameceras”.
Ahora sí, aquí apareció, aquí está la real mujer de nuestra tierra. Concepción antropológica
patente en la puesta de Las Chamameceras. Si en el norte las copleras, aquí, presente, las
chamameceras. Rosita Leiva y María Esperanza, madre e hija, mujeres, cantoras del pueblo,
dignifican su género y el género, la mujer y el chamamé. Aquí están reales, de carne y hueso, de
voz y memoria, de esperanzas y horizontes. Aquí lo real, lo tangible una muestra honestidad
artística. Mujeres chamameceras de soles y angustias, de voz real, de estética cuidada y acorde
al mensaje que emiten, de belleza humana, de corazón desnudo, de memorias llenas, de saberes
no aprendidos, de color real. “Real”, una y otra vez, no me cansaré de agradecer, lo real de la
propuesta. Así nos reconcilian con lo esencial, sin ambages, sin filtros, sin impostaciones, sin
pretensiones. Auténticas. Cantándonos se dicen y al decir-se son.
Ellas sangran. Lloran su canto de tradición y lucha, de idearios claros, de humildad callada. No
cantan para un show, cantan porque cantando son y es su forma de ofrenda. Ellas son ese canto.
Cantan porque su silencio aturde y su palabra urge. Cantan porque la tierra es hembra y copula
en canciones. Siendo lo que vemos y escuchamos, elevan a lo concreto la dignidad de la mujer.
Mujeres y chamameceras. “Son eso que son”.
En este show, como en pocos otros de la fiesta, lo antropológico llega a escena.
Por eso me regocijo en Las Chamameceras, porque son mucho más que “una puesta en escena”
son la muestra de las mujeres que sin declamar, son dignidad. Dignidad amasada en cada recodo
de la vida. Es que así encarnan a la mujer-pueblo, a la madre o la abuela, la hermana o la novia,
la amiga, la maestra o la enfermera, el ama de casa o la médica. En Rosita y María Esperanza
está la que reza cantando, la que llora cantando, la que lucha cantando, la que sueña cantando.
No son sumisas, son íntegras. Su voz son cauces de la vida. No declaman derechos con voz ajena,
sino que los hacen carne con timbre propio porque tienen el pellejo curtido de desafíos y
renuncias, de impotencia y utopías. Ellas saben a muertes injustas, a lucha cotidiana. Ellas son
legión, son tantas, son esas que “se animan” en una guitarreada, no para lucir una voz estéril o
un vestido o un peinado, ¡no!. Su voz es torrente que llena de contenido la palabra cantada, y
cantan porque tienen qué decir. Decir-se. Su canto sabe a llanto en las esperas impotentes de
hospitales, huele a tierra mojada por la lluvia, a primaveras despiertas, a amores postergados.
Ellas son el puntal, la esencia de nuestra estirpe, la bastonera de los hijos que acunan y los ven
partir a un destierro que nunca acaba. La diáspora fragua su voz, las despedidas que con un
verso anochecido de un chamamé se consuelan. Aquí están, las chamameceras que encarnan,
a las catequistas que cantan en sus capillas de campo, las que saben recetas que la abuela de la
abuela hacía y repiten ritos de otros siglos en la paciencia doméstica y en la tempestad de que
toda mujer capea. Las Chamameceras tienen en el sabor de la familia, de esa madre cuyo regazo
queda vacío y lo llena en canto para no llorar. Aquí está la presencia de las que saben decirse.
Madre-padre en la pelea del asfalto o la arena, de la ciudad o el campo. Universo Chamamé que
encarnan Rosita y María Esperanza, las benditas cantantes anónimas del pueblo. Ellas cantan
porque el canto les desborda, porque cantar es destino, porque ser mujer es ser la mbareté que
el mundo necesita. Sin odios, a cara descubierta, siendo lo que son, reconciliándonos con lo
genuino. Su canto es reclamo y profecía.
La banda instrumental de acordeón, guitarra y bajo, supo acompañar así, en lo más genuino de
conformación y sonoridad a esta propuesta artística.
Show necesario para la fiesta, acierto de la organización. Atesoro este momento real. Cultural
por definición. Donde “Las Chamameceras”, supieron ser emblema de una estirpe matriarcal,
donde la mujer fue y es sinónimo de palabra, de mirada, de chamamé.
(*) Periodista. Escritor. Ensayista. Poeta.
Brindo porque Las Chamameceras puedan estar en cada escenario donde se pretenda tener a
las mujeres reales de esta tierra y de este género.
Sin brillos exteriores, con el brillo de su esencia, sin estridencias, sin altisonancias, con el
contenido propio



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