Micros

Salamancas y caminos presenta: “Sólo el pescador”

Pescador-CanoaSólo el pescador sabe, realmente, cuántas cosas se lleva el río; porque el río le ha arrebatado su infancia pobre, algunas de sus lágrimas, la lluvia de sudor de su padre y la juventud de sus hermanos.

El río ha acunado a sus ahogados (en su cuna de desasosiego y camalote) y les he robado sus medallas (que son anzuelos de intemperie y redes desesperadas), y sus naves, hechas con maderos de nostalgia de pájaros.

Sólo el pescador comprende que los ahogados hacen nido en el río, cómo el ángel hace nido en la ausencia. El pescador conoce los himnos que los ahogados entonan en los países nocturnos del río: “tal vez la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados” (Gabriel García Márquez)

Sólo el pescador interpreta todo lo que la anciana canoa balbucea: “y sobre sus aguas mi canoa lenta va/ cielo, río, monte y soledad” El pescador habita la vigilia del día , aquellas horas en que todavía no se sabe si el sol echará sus monedas sobre el río: “El pescador vuelve a hundir su caña/ Y el sol, sin ira, a dormirse en sus manos” ( Alfonsina Storni)

Sólo el pescador comprende lo que significa el temor cuando acecha el yaguarón (monstruo mítico de la región guaranítica que es capaz de hacer zozobrar las embarcaciones. Dicen que devora las pulmones de sus victimas) Sin embargo, el pescador siempre enciende su obrera plegaria al río, porque aunque tantas cosas de su vida se ha llevado, el río le ha dado otras tantas: “Cuidando la línea con su mano fea,/ sin moverse añora su viejo amorío;/ y de sus pestañas el dolor gotea/ como de las redes el agua del río” (José Pedroni)

Sólo el pescador sabe que el río hace prestamos sin hacer preguntas, que el río convida sin mirar a quién, por eso ,pese a que, las manos del Cristo pescador estén siempre con estigmas, él abraza la guitarra y le canta al río: “Pescador del Paraná/ que esperas piques de sueños/ mientras el río se lleva/ tu pulso de guitarrero” (Horacio Guarany)

Hay quien dice que la guitarra está hecha con los maderos de su vieja canoa, porque el pescador tiene una estrecha relación con su barca. El pescador casi siempre intenta no dejarla morir, pero a veces el bote muere, entonces el hombre de río, le compone una oración, una elegía para la muerte de su barca: “Mujer de madera/ guitarra de agua/ antiguo árbol en busca de la primavera del río/¿Qué hachero del viento/ qué sicario de naufragios, qué ladrón de auroras/ te condenó al madero del ocaso/ a la astilla de la noche?” Hijo de las redes, el pescador sueña con que las nubes, que en puntas de pie cruzan el río, sean las almas de las viejas barcas que alcanzaron el cielo del naufragio.

El pescador conversa con sus ahogados, acerca de todos los ríos que es un mismo río: el río de la mañana y el río de la noche que provoca en la luna provinciana, un eclipse de barro: “Esa es la luna que canto,/ mi clara lunita india,/que despliega sobre el río/ toda su coquetería” (Romancero Guaraní, Osvaldo Sosa Cordero) El pescador conversa con sus ahogados, acerca del río de la creciente, río que viene a limpiar desde lo hondo el dolor de la superficie: “La creciente es el abogado defensor de los isleros, sino existiera la creciente, no existiría el islero, ni el ciclo biológico que se forma en los campos que han sido creados por la creciente” (El canoero)

Sólo el pescador sabe de las preguntas que hace el río; de su teatro de barro, de su rebelión de peces, del canto desesperados de sus sirenas chamarriteras en busca de Ulises isleros.

El pescador intuye hacia dónde se lleva el río todo lo que se lleva, porque el río tiene memoria, cuadernos de barro en los que hace de cada pescador, una estrofa del poema que recita, desde hace siglos, en las islas del silencio humano.

Cuando el río se haya ido, no lo busquen en los radares de prefectura, búsquenlo en el silencio del más anciano de los pescadores.