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Salamancas y caminos presenta: “Un país con nombre de poema”

Argentina-Mapa-LucesNuestro país lleva el nombre de un poema: La Argentina de Martín Del Barco Centenera; nuestra patria tiene como poema nacional, el canto desesperado de un payador.

La poesía y el canto conforman el ADN de nuestro país. Bien sabemos que una patria nace verdaderamente cuando comienza a ser cantada, ya que en ese momento empieza a desarrollarse su Independencia Cultural. Dicho sea de paso, sin Independencia Cultural, no hay Patria ¡Tomen nota los que aún no lo advirtieron!

Desde los Mapuches que consideran que venimos a esta vida a encontrar nuestro Tahiel, nuestro propio canto, hasta Héctor Roberto Chavero que cambió su nombre por el de Atahualpa Yupanqui, para cantar las honduras de la Tierra y para ello necesitaba llamarse como lo que venía a cantar: “Alguien que viene de lejos a contar algo”

En éste gesto de Yupanqui hay una profunda reflexión del auténtico valor emancipador de la palabra, de la Poesía, que sin duda viene de lejos a decir algo.

Pero no hablamos de una lejanía física, sino de una lejanía cultural. En medio de la colonización cultural, el folklore nos ha dado la posibilidad de acercar lejanía, de derribar muros culturales y dar paso a canciones de esas argentinas secretas, como decía el recordado Roberto Vacca.

De modo tal, que mientras la cultura oficial se afrancesaba, apareció un tal Dojorti, de linaje irlandés, y cambió su nombre por Buenaventura Luna, nombre del campesino que de niño había alimentado su imaginación con historias y leyendas de esta Tierra.

En medio del peso cultural de Victoria Ocampo y su grupo Sur, que hacían tertulias en la que sólo se hablaba en francés, porque – argumentaban - sonaba mejor; Leda Valladares, flamante licenciada en filosofía y letras, decide abandonar la filosofía occidental y entregarse a los cantos de la América en Cueros, al fervor del coplerío popular.

El cancionero folklórico no es sólo una mera acumulación de postales paisajísticas, el cancionero folklórico viene de lejos a transformar el ahora. Borges, cuando hablaba del Martín Fierro decía que José Hernández hizo lo mejor que se puede hacer por la tradición, cambiarla. Más allá del humor de Jorge Luis, es cierto que hay algo en los cantos antiguos, en el espíritu musical de un yaraví o de una zamba, y también del cancionero de autor, que conserva ese alarido ancestral y trascendental, que regresa para transformar a los hombres de ahora.

Horacio Guarany, otro protagonista de nuestro cancionero, que cambió su nombre, decidió llevar el Guarany como apellido, es decir, seleccionó algo que viene de lejos como identidad, consiguió darnos retratos de situaciones y personajes a los que la Poesía de Borges o de Pizarnik, lógicamente no tenían acceso.

Por ejemplo, el ruego de un chango humilde, ante el doctor del pueblo: “Doctor / yo solo soy un niño pobre / doctor / si usted llegara a comprenderme, / mi madre enferma no puede entenderme / que usted debe cobrar para curarla. / Le traigo, / mis dos gatitos y mi perro,/ mi trompo, mi barrilete y el sombrero/ aquel que al morir dejara mi padre/ y yo lo guardo como un gran recuerdo”

Del mismo modo José Larralde nos informa que para el gaucho, el caballo que no tuvo se llama Distancia; Pocho Roch y Tarragó Ros nos advierten cómo debemos llamar al sacrificado trabajador de los arrozales: Taipero Poriahú; Nella Castro nos pinta al Chaguanco, como Ramón Ayala, el Mensú.

Es decir, en la poética de nuestro folklore, ya sea anónimo o de autor, hallamos información acerca de esa cultura cotidiana, a veces marginal, de nuestros remotos pueblos y campos.

O mejor dicho, en nuestro cancionero encontramos los espejos para hallar el reflejo de esas argentinas culturales que la mayoría de los argentinos desconoce.

Locución: S. M. Tovarich
Idea y Guión: Pedro Patzer
Edición Artística: Fernando Salvatori
Producción: Fabiana Álvarez – Alejandro Carosella
Actor Invitado: Oscar Naya
Dirección Artística: Marcelo Simón